«El ornamento que se crea en el presente ya no tiene ninguna relación con nosotros ni con nada humano; es decir, no tiene relación alguna con la actual ordenación del mundo.»
Ornamento y delito (1908)
Adolf Loos fue un arquitecto austriaco nacionalizado checoslovaco. Tras finalizar sus estudios vivió en Estados Unidos durante tres años (1893 – 1896). Polemizó con los modernistas y se le considera uno de los precursores del racionalismo arquitectónico.
Es un personaje que se mueve en el mismo entorno que la Secesión, pero con ideas contrarias. Es el pionero del movimiento moderno: desornamentación, ruptura con el historicismo. Escribe artículos de opinión: “Ornamento y delito”(1908) y “Arquitectura” (1910).
Su arquitectura es funcional, tiene en cuenta las calidades de los nuevos materiales. Para Loos, la arquitectura es distinta de las artes aplicadas, es la madre de todas ellas. Las tipologías arquitectónicas deberán ser funcionales, eliminando el ornamento.
Introdujo un nuevo concepto en sus obras, el «Raumplan». El concepto del Raumplan consiste en que Loos adjudicaba a cada una de las habitaciones, a cada uno de los espacios, una importancia distinta. Afirmaba que un dormitorio, por ejemplo, no tiene la misma importancia que una sala de estar, que es un espacio de representación. De la importancia de las habitaciones dependía su tamaño o la altura del techo. Loos situó los cuartos a lo largo de un eje imaginario en la casa como si rodaran en una espiral. Cada habitación correspondía a los fines a los que debía servir. Así, la sala de estar, donde tienen lugar las actividades sociales, es un inmenso y precioso espacio. Al contrario, el dormitorio de los niños pertenece a la parte privada de la casa, y por lo tanto no necesita unos techos tan altos.
«La carencia de ornamento ha conducido a las demás artes a una altura imprevista. Las sinfonías de Beethoven no hubieran sido escritas nunca por un hombre que fuera vestido de seda, terciopelos y encajes. El que hoy en día lleva una americana de terciopelo no es un artista, sino un payaso o un pintor de brocha gorda. Nos hemos vuelto más refinados, más sutiles. (…) La falta de ornamentos es un signo de fuerza espiritual. El hombre moderno utiliza los ornamentos de civilizaciones anteriores y extrañas a su antojo. Su propia invención la concentra en otros objetos.»
Ornamento y delito (1908)
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